El veterano autor y periodista Luigi Bisignani es un personaje que conviene escuchar. Es hombre que se mueve con soltura en los corredores del poder, lo que le permite adelantarse con frecuencia a la noticia. En entrevista concedida a Tempo anuncia que el ‘delfín’ Chito Tagle baja en las quinielas del próximo cónclave y asciende con fuerza el limosnero Krajewski.
“Chito in descenso, el electricista en fuerte ascenso, el cura de la calle, de ‘tapado”, es el críptico y telegráfico mensaje de Luigi Bisignani, mucho más que un periodista, en entrevista concedida a Tempo.
Traducimos: ‘Chito’ es cardenal filipino, de ascendencia china, Luis Antonio Tagle, ‘Chito’ para sus amigos. Tagle sonaba fuerte desde hace tiempo, pero la consagración de ‘delfín’ y presunto heredero de Francisco llegó con su designación para dirigir el buque insignia y nave capitana de la ansiada y esperada renovación de la Curia Romana: la Congregación para la Evangelización, que tendría más peso en el nuevo esquema que la tradicional ‘prima donna’, Doctrina de la Fe. La doctrina, realmente, no es preocupación obsesiva de este pontificado.
¿Qué ha podido pasar con el filipino, de ser cierto el diagnóstico de Bisignani? Lo tiene todo: es joven, un entusiasta de la ‘renovación’ eclesial y ese grimoso estilo de acercamiento al mundo, especialmente a los ‘jóvenes’, que parece dar puntos extra en este papado para ocupar puestos de responsabilidad. Ahora está en cuarentena, después de haber dado positivo por Covid-19, pero eso no resta al hombre ni un ápice de sus perspectivas profesionales. Nada hay aparentemente que permita confirmar el descenso del que habla el avezado periodista.
Sí tiene sentido, en cambio, el ascenso del limosnero pontificio, el cardenal polaco Konrad Krajewski. Bisignani -como tantos otros en Roma- le llama ‘el electricista’ por esa aventura en la que se coló en las cloacas de Roma para, armado con unos alicates, romper el precinto de la empresa eléctrica y devolver la luz a un inmueble romano ‘okupado’ que no había pagado una sola factura eléctrica. El edificio estaba fuera de los muros leoninos, en territorio italiano, y la hazaña del cardenal es un delito. Pero no parece que vayamos a verle entre rejas en breve, y la aventura le da cierto aire de Robin Hood cardenalicio muy en consonancia con estos tiempos de activa misericordia.
Krajewski está de lleno en una de las dos obsesiones papales: los refugiados. Estuvo en Lesbos, en el campamento incendiado por los propios refugiados, y dijo las cosas que se esperaba que dijese, una popularización de la actitud común en Su Santidad.
¿Quién mejor que el polaco para pilotar esta nueva Iglesia que un cardenal que recorre los centros sociales en su Fiat Qubo llevando mantas y comida a los sintecho? Bisignani le banca, pero advierte, irónico, que si alcanza el solio tendrá que reformar sus modales. A Krajewski, señala Bisignani, “me lo encuentro todas las mañanas en un bar bajo los muros leoninos donde canta y baila descamisado con grupos de jóvenes sacerdotes, olvidando la austeridad y elegancia de cuando se ocupaba del ceremonial de tres Papas”.
¿Y el ‘cura de la calle’? Bisignani habla del cardenal Matteo Zuppi, de 65 años, arzobispo de Bolonia, otro de la nueva escuela. Zuppi viene de los egidianos, -San Egidio, al que Bisignani llama ‘la ONU del Trastévere’-, la orden favorita y favorecida de Francisco, y se le conoce por sus posiciones fuertemente antisoberanistas.
Si acierta el profesor Roberto di Mattei, director de Corrispondanza Romana, que ha dicho en una entrevista concedida al vaticanista Aldo Maria Valli que este pontificado está “clínicamente extinto”, hay que añadir que cuenta con dignos sucesores hipotéticos para llevar ‘la causa’ adelante.
