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Alepo, reabre la catedral de San Elías. Tobij: “Recen por nosotros”

Privada del culto y de la presencia de los fieles durante ocho años, la catedral maronita, construida en 1873 en el barrio de Al Jdeydeh, vuelve a brillar en Siria. Reabierta y consagrada gracias a la solidaridad, especialmente de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, uno de los principales financiadores del proyecto. El arzobispo maronita de Alepo nos habla de los sentimientos y las dificultades de la población devastada por la guerra.

“Un signo de esperanza y renacimiento no sólo material sino de toda la comunidad, a pesar de que el número de cristianos aquí sigue disminuyendo, debido a la extrema pobreza, vinculada a las sanciones impuestas a la población indefensa”. El testimonio que se convierte en una llamada a la oración y a la cercanía viene del arzobispo maronita de Alepo, Monseñor Joseph Tobij. A nuestros micrófonos presenta, después de un largo trabajo de restauración, la reapertura y hoy, 20 de julio, la consagración, de nuevo, de la catedral maronita de San Elías de Alepo, gravemente dañada durante la guerra que aún está en curso en Siria. Entre otros, Ayuda a la Iglesia Necesitada, que fue uno de los principales financiadores del proyecto, contribuyó a la restauración con una donación de 400 mil euros.

La historia de un lugar sagrado y querido por el país

Construido en 1873 en el barrio Al Jdeydeh, el edificio había sufrido graves daños en 2013 por obra de un grupo de yihadistas cuyo objetivo era destruir todo signo de cristianismo en el país. “La principal dificultad de la reconstrucción fue la recaudación de fondos, que fue facilitada y apoyada por Ayuda a la Iglesia Necesitada. La reconstrucción del techo de madera, exactamente como el original, fue otro desafío. Carecíamos de conocimientos locales en esta área, así que pedimos a los arquitectos italianos que diseñaran el proyecto del techo de madera”, explica Monseñor Tobij, quien agradece a Ayuda a la Iglesia Necesitada y a todos los donantes que hicieron posible el proyecto. “Sin la ayuda de AIN y la generosidad de los benefactores no hubiéramos podido rezar de nuevo y esparcir la esperanza en los corazones de los fieles a través de la reconstrucción de la catedral”. Según fuentes de la fundación papal, de hecho, los cristianos de la capital siria son hoy en día sólo 30.000, en comparación con los 180.000 que había antes de que estallara la guerra en 2011.

R. – Se trata de nuestra catedral maronita, aquí dejamos de celebrar hace ocho años, por lo que para nosotros es un momento crucial para toda la diócesis y su reapertura significa que retomamos la vida; es, por tanto, un signo de esperanza, un mensaje de reconstrucción, no sólo de piedras sino de comunidad. Y es una forma de decir a la gente de Alepo, de Siria y del mundo, que todavía existimos, que seguimos existiendo, a pesar de la gran disminución del número de nuestros cristianos. Nosotros existimos.

La Catedral ha sufrido violencia, como todo el territorio y toda la población. Pero ahora, gracias a la caridad, gracias a la colaboración y a la solidaridad ha renacido: ¿un acontecimiento emblemático en la historia de Siria en los últimos años?  

R. -De hecho, fue una participación de “comunidad”, participación del “cuerpo de Cristo esparcido por el mundo” y esto para nosotros es ya un signo de gran comunión.

Esta inauguración coincide con un momento particular para Siria: 20 años en el poder de Bashar al-Assad, un largo período a menudo marcado por la guerra y luego también se encuentran en un punto de inflexión con la renovación del Parlamento. ¿Cómo vive la población hoy y cómo se ve en el futuro?

R. – Desde el punto de vista de la seguridad, excepto en ciertas zonas del noroeste de Siria, la situación ha mejorado. En cambio, hay una guerra peor que las bombas. Está la guerra de las sanciones económicas que se últimamente han aumentado y la consecuencia directa de esto es la pobreza que ha aumentado de manera excesiva. Por ejemplo, un empleado público gana alrededor de 20 euros al mes, así que se puede imaginar cuánto sufrimiento, incluso sin bombas: falta de medicamentos, falta de maquinaria de todo tipo, y todo por las sanciones y el embargo, con la rueda de la economía todavía paralizada. Y esto le da a la gente un sentido de tristeza y oscuridad por el futuro, no sabemos qué pasará con nuestro futuro. Y muchos todavía apuntan al sueño occidental y a escapar de aquí y del hambre.

En este sentido, ¿hay algún mensaje que le gustaría enviar en este evento tan importante para ustedes?

R. – Mi mensaje es que, ya que la Iglesia representa a la comunidad, una vez reconstruida nuestra catedral tenemos muchas esperanzas de reconstruir también la comunidad, la diócesis a su alrededor, y las mismas almas de nuestros fieles, que espero que se alegren de este momento. Puedo hacer un llamamiento a nuestros hermanos del mundo para que recen por nosotros, porque la oración hace mucho: es un hecho real que va más allá de lo humano. Allí es el Señor quien actúa.

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