El liturgista padre Ewald Volgger ha publicado por encargo del arzobispo de Salzburgo, Franz Lackner, presidente de la Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal Austríaca, un libro para fijar una “Bendición para Parejas del mismo sexo” con carácter oficial.
Hace algún tiempo que la práctica de bendecir a las parejas gays en la propia Catedral de Viena viene siendo común, aunque sea contraria a la doctrina de la Iglesia, que considera ilícitas y gravemente pecaminosas las relaciones sexuales de personas del mismo sexo y, por tanto, difícilmente dignas de una bendición sacerdotal.
Pero también hace tiempo que la jerarquía de habla alemana parece hacer la guerra por su cuenta, al margen de los criterios perennes del magisterio de la Iglesia Universal, y así el libro de Volgger incluye aportaciones de teólogos germanófonos y una sección litúrgica con la fórmula sugeridad para la bendición de una pareja homosexual en la iglesia, resaltando la “fidelidad y exclusividad” de la relación, informa ACI Prensa.
En declaraciones a la hoja diocesana de Linz, Volgger dice esperar que esta bendición oficial de parejas homosexuales se establezca “tan pronto como sea posible”, aunque indicó que “de acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica los actos homosexuales no deben condonarse de ninguna forma y los homosexuales están llamados a la castidad”. Si ustedes advierten cierta contradicción aquí es porque la hay. ¿En qué habría de haber “fidelidad” o “exclusividad”, si no hay relaciones sexuales? ¿Qué valor específico, distinto de una amistad como cualquier otra, puede ver la Iglesia en estas uniones que merezca una bendición sacerdotal con fórmula prefijada?
Naturalmente, Volgger es partidario de ‘revisar’ la parte del Catecismo de la Iglesia Católica que hace referencia a la homosexualidad porque podría facilitar “una liturgia oficial” que esté “basada en la doctrina de la Iglesia”.
Los intentos por aguar la clara y milenaria doctrina católica en este punto han sido tan abundantes y continuos en los últimos años que difícilmente puede tacharse de conspiracionista suponer que hay una campaña orquestada. Pero mientras que en cuestiones litúrgicas o de disciplina eclesiástica pueden introducirse cambios con relativa facilidad, y se ha hecho con frecuencia, aquí tocamos un aspecto esencial, donde el propio cristianismo entronca con una antropología aún más antigua. Tratar de cambiar la calificación moral de la sodomía porque el Mundo la ha aceptado plenamente equivaldría a decir que la doctrina de la Iglesia cambia a rebufo de las modas ideológicas y, por tanto, no es fuente inmutable de verdad.