“La religión no es magia donde simplemente recitamos oraciones y pensamos que las cosas van a cambiar”, asegura el cardenal Cupich, arzobispo de Chicago, en una entrevista concedida a la cadena de radio estadounidense WBBM.
“Dios nos ha dado un cerebro y el don de la inteligencia y tenemos que usarlo en este momento”, añadió el cardenal, protegido del defenestrado cardenal McCarrick y convertido en factotum de la Iglesia norteamericana, que por lo visto eso de rezar no le parece un modo sensato de usar nuestra inteligencia.
Es un verdadero ‘ritornello’ en el cardenal este ninguneo de la oración de petición en los últimos días, ya que unos días antes, el 8 de abril, había dicho en entrevista concedida a una cadena de televisión local, ABC7, que “Dios no nos permite convertir la religión en una fórmula mágica en la que decimos una oración y los problemas van a desaparecer. Tenemos que hacernos responsables de nuestras acciones y tenemos que asegurarnos de mantenernos a salvo”, informa LifeSiteNews.
Cupich dice que lo mejor es “quedarnos en casa y dejar que esta pandemia pase”, para saber lo cual, sinceramente, no se necesita un capelo cardenalicio.
Los mensajes de nuestros prelados no difieren gran cosa de los de las autoridades civiles, lo que los hace absolutamente superfluos. En efecto, para recomendarnos que nos quedemos en casa no valen más las palabras de un prelado que las de un fontanero, y siempre bastante menos que las de un sanitario.
Es ya una constante en la jerarquía de nuestro tiempo esa especie de timidez para recurrir al aspecto sobrenatural de nuestra fe, que es sin duda el más distintivo y el que explica todo lo demás, para centrarse en un lenguaje ‘motivacional’ que hace parecer redundante a nuestra Iglesia.