El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha calificado este viernes de “esencial” el culto público y ha llamado a los gobernadores de todos los estados a permitir que las iglesias reabran sus lugares de culto este fin de semana, amenazando a los más recalcitrantes con anular sus órdenes si se niegan.
Trump lleva tiempo animando a un regreso a la normalidad tras meses de medidas excepcionales para luchar contra la pandemia de coronavirus. Hasta la fecha, su gran preocupación ha sido la económica: los planes de confinamiento han hundido la economía norteamericana y echado por tierra las excelentes cifras de empleo que había logrado el mandatario norteamericano.
Pero este viernes, en una casi improvisada rueda de prensa en la Casa Blanca, Trump ha puesto el énfasis en los lugares de culto -iglesias, sinagogas y mezquitas-, a los que ha calificado de “lugares esenciales que proporcionan servicios esenciales”.
“Algunos gobernadores han considerado las licorerías y las clínicas abortistas como esenciales”, pero no las iglesias, ha dicho. “Eso no es justo. Así que voy a corregir esa injusticia calificando los lugares de culto como esenciales”.
“Los gobernadores tienen que hacer lo correcto y permitir que estos importantísimos, esenciales lugares de fe abran inmediatamente, este fin de semana”, añadió.
De hecho, el desconfinamiento es ya la norma en buena parte de Estados Unidos, pero aún quedan estados sometidos a un draconiano encierro, como el Michigan de la gobernadora Gretchen Whitmer. Sin embargo, muchos juristas dudan de que el presidente tenga autoridad para imponerse a los estados en esta cuestión.
La Conferencia Episcopal de Estados Unidos no ha reaccionado aún a las declaraciones de Trump, pero no lo tiene fácil. Por un lado, los obispos norteamericanos se han mostrado colectivamente hostiles a Trump, en parte por las razones históricas que vinculan vagamente a la Iglesia norteamericana con el Partido Demócrata, y en parte por ser un presidente opuesto a las políticas más de moda entre la jerarquía hoy, como las fronteras abiertas o la lucha contra el Cambio Climático.
Por otro, y de un modo similar a como ha sucedido en España, han aceptado con inusitada cerelidad y sin protestas iniciales las medidas de cierre de iglesias más draconianas, mostrándose en ocasiones aún más celosos de la salud física que las propias autoridades.