Primero el arzobispo Schneider, ahora el cardenal Walter Brandmüller-uno de los supervivientes de los cuatro firmantes de las Dubia- se enfrenta al espinoso asunto de la interpretación del Concilio Vaticano II.
¿Por qué ‘espinoso’? Fundamentalmente, por dos cuestiones. La primera es que los datos objetivos, los que podrían llamar inmediatamente la atención de un periodista o un historiador al margen de su fe, parecen avalar la tesis de pura evidencia cronológica de que la ‘fuga masiva’ de fieles en la cuna del cristianismo puede fecharse con bastante exactitud a partir de su conclusión. No es una opinión, sino una fría realidad estadística.
En segundo lugar, porque al margen de los textos aprobados en el concilio, se extendió a partir de él un ‘espíritu del concilio’, un intento de imponer sobre la propia literalidad de los documentos una idea o tendencia concreta, de carácter netamente progresista y ‘mundanizante’ como la única correcta.
De ahí las dos escuelas interpretativas que surgieron de inmediato, la que defiende una ‘hermenéutica de ruptura’, que pretende que el concilio rompió con la tradición de la Iglesia anterior, fundando básicamente una realidad nueva, y la que mantiene una ‘hermenéutica de continuidad’, según la cual la única manera de leer los resultados del Vaticano II es a la luz de la Tradición perenne de la Iglesia.
Una tabla de salvación a la que se aferran muchos de los alarmados por las innovaciones introducidas es el hecho de que quien lo convocó, Juan XXIII, buscó deliberadamente que no fuera un concilio dogmático, sino pastoral. No hay, a diferencia de los concilios ecuménicos anteriores, condena alguna a doctrinas u opiniones, ni se fijó doctrinas de fide.
Estas dificultades son las que ha tratado el cardenal alemán Walter Brandmüller en un seminario organizado por Scuola Ecclesia Mater, donde propone ‘relativizar’ los textos del Vaticano II a fin de superarlas en su interpretación.
Brandmüller es decidido partidario de la hermenéutica de la continuidad, asegurando que existe una “conexión orgánica íntima” entre el Vaticano II y el magisterio anterior, dado que no podría ser de otra manera por razones teológicas evidentes.
¿Qué hacer, entonces, con las declaraciones conciliares que aparentemente contradicen lo proclamado por concilios o Papas anteriores? Aquí es donde entra la ‘relativización’, sosteniendo Brandmüller la tesis historicista de que un texto puede ser oportuno para una época, en unas circunstancias, e inoportuno para otras.
Dos textos especialmente ‘difíciles’ para el cardenal son Nostra aetate y Dignitatis humanae, pero ambos se reconcilian, superando errores, en Dominus Jesus, un documento publicado en 2000 por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Brandmüller se mostró muy crítico en su alocución con los llamados ‘círculos tradicionalistas’ que se apartan de la sana doctrina al apuntarse a la hermenéutica de la ruptura por razones diametralmente opuestas a las de sus originarios defensores.
Por: InfoVaticana