Después de la hospitalización por coronavirus de un colaborador papal de la Secretaría de Estado y residente en Casa Santa Marta, la residencia del Pontífice, Francisco se ha sometido a una prueba de detección del virus que ha descartado el contagio.
Nadie puede saber muy bien cuántos contagiados con el coronavirus en el diminuto Estado Vaticano, aunque el número que se conoce es ya de cinco personas. La última, la hospitalización de un monseñor que trabaja en la Secretaría de Estado y vive en la misma residencia que el Papa, Casa Santa Marta, ha hecho saltar todas las alarmas y obligado a someter a pruebas de detección del virus a todos los residentes.
El sacerdote en cuestión ha sido internado en el romano Policlinico Gemelli, se han desinfectado las instalaciones y el resultado de todas las pruebas, incluida la que se ha aplicado al propio Francisco, han dado un resultado negativo.
¿Qué debemos creer? Acostumbrados a la lectura de nuestra especola, que nos advierte siempre de la opacidad de los sacros palacios, no mucho. Hay numerosos prelados sometidos a cuarentena, casi todos en la Curia se han encerrado en sus estancias de forma voluntaria -la media de edad es peligrosamente alta- y hasta el venerable órgano oficial de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, ha cancelado su versión impresa con motivo de la pandemia, aunque quizá no sea ajeno a la decisión el hecho de que la versión en papel es un dispendio que el Vaticano, que ha perdido su principal fuente de ingreso en estas interminables semanas, el turismo, y otras adicionales pero no despreciables como la ‘santa gasolina’ o la farmacia vaticana, no puede ya permitirse.