Al menos 60 personas murieron a causa de la violencia que estalló en la región etíope de Oromia entre el 29 y el 31 de agosto, rompiendo la tregua entre las fuerzas progubernamentales y los rebeldes de Tigray, vigente desde marzo. En un intento de frenar los enfrentamientos, el enviado de Estados Unidos llegó al país. En un llamamiento los obispos católicos locales afirman: “Es absolutamente inaceptable que entremos de nuevo en la guerra, que trae consigo destrucción y depresión económica”
Dos días de intensos atentados a finales de agosto con más de 60 víctimas. La Comisión de derechos humanos de Etiopía hizo ayer un balance de la matanza en la región de Oromia, la más grande y poblada del país. Además de los muertos, hubo 70 heridos, casas saqueadas y ganado robado. Según la institución pública independiente, más de 20.000 personas fueron desplazadas por los ataques, que tuvieron como objetivo varias localidades del distrito de Amuru. Los ataques fueron cometidos por pistoleros de localidades del mismo distrito o de la vecina región de Amhara, tras el asesinato de tres miembros de esa comunidad local por parte del Ejército de Liberación de Oromo durante una operación en la región.
Enviados de EEUU y de la ONU viajaron al país
En un intento por detener los enfrentamientos que continúan entre las fuerzas conjuntas progubernamentales etíopes y eritreas y los rebeldes del Tigray en el norte, el enviado de Estados Unidos para el Cuerno de África, Mike Hammer, llegó ayer a Addis Abeba, y se reunió con el enviado especial de Naciones Unidas, Hanna Serwaa Tetteh, pero, según un portavoz de la ONU, sin elaborar planes para una misión conjunta. Por su parte, Getachew Reda, portavoz del Frente Popular para la Liberación de Tigray, aseguró que el Frente está dispuesto a reunirse con “cualquiera que se tome en serio la resolución pacífica de la guerra” en la región de Tigray.
El llamamiento de los obispos: no a las armas
Los combates del mes pasado rompieron efectivamente la tregua de cinco meses que siguió a casi dos años de guerra civil. Las dos partes enfrentadas se acusan mutuamente de haber iniciado las últimas hostilidades en Tigray. El 2 de septiembre, fueron los obispos católicos locales quienes pidieron el fin de la guerra que afectaba a las regiones de Tigray, Amhara, Afar y otras. En un comunicado pidieron:
“Que se abandonen las armas, que se dé prioridad al diálogo y a aquellas opciones de paz que puedan poner fin al sufrimiento de los ciudadanos”
Y añadieron que “es absolutamente inaceptable que entremos de nuevo en una guerra, que trae consigo la destrucción de la riqueza y la depresión económica”.
Cinco días de oración por la paz en un país en profunda crisis
Los obispos hablan de los “inocentes que sufren hambre, enfermedades y daños psicológicos, de los desplazados de sus hogares, de toda la nación que se debate bajo la presión del coste de la vida”. Una y otra vez, la Iglesia católica etíope ha pedido a las partes que hagan un llamamiento a la paz, donde lamentablemente la guerra se ha reanudado violentamente.
“Hasta ahora se han perdido muchas vidas y se han destruido muchos bienes”, escriben los obispos, que hablan de que los niños, las mujeres y los ancianos atraviesan una grave crisis a causa de las marcas dejadas por el conflicto. Todos esperamos que haya conversaciones de paz, señalan los prelados, y dicen que están dispuestos, como Iglesia católica, a colaborar también con otras instituciones religiosas.
La Iglesia está profundamente preocupada por la agonía del pueblo, concluyen en el mensaje, e invitan a los católicos y a todos los ciudadanos de Etiopía a unirse en la oración por la paz y la estabilidad del país, durante los cinco días del llamado mes de Pagumen, el decimotercer mes del calendario etíope, que comienza el 11 de septiembre.