Comienza el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma. Gambino: anunciar la belleza del matrimonio y la familia en la actualidad
Hay gran expectativa por la apertura del Encuentro Mundial de las Familias, que se celebra en Roma desde hoy hasta el domingo 26 de junio. “El amor familiar: vocación y camino de santidad” es el tema de esta edición, que arranca concretamente por la tarde con la Fiesta de las Familias en presencia del Papa Francisco. Son cerca de dos mil los delegados invitados de 120 países, elegidos por las Conferencias Episcopales, los Sínodos de las Iglesias Orientales y las realidades eclesiales internacionales. Un encuentro que se celebra en un momento difícil para la humanidad, probada por la pandemia y la guerra.
Dra. Gabriella Gambino, como subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ¿qué esperanza ve en este evento?
Después de todo un año que hemos dedicado a la pastoral familiar, con todo el gran trabajo que se ha hecho, creo que es realmente el momento de “hacer Iglesia” juntos con las familias, pastores y familias juntos. Se trata precisamente de la esperanza de un encuentro, de la esperanza de escuchar palabras de aliento del Santo Padre para que luego, cuando termine este Año de la Familia, podamos continuar juntos el camino. Creo que la gran esperanza es precisamente la de iniciar procesos de renovación en la pastoral familiar para saber escuchar a las familias, para seguir caminando con ellas.
En esta edición del Congreso no habrá conferencias estructuradas de forma académica con contenido teológico-doctrinal, sino que será principalmente un tiempo de escucha y encuentro. También participarán los numerosos hijos de los cónyuges presentes. ¿Qué importancia tiene hoy el protagonismo de las familias en la pastoral de la evangelización también con la participación de los hijos?
Es muy importante porque la pastoral familiar es realmente la pastoral de las familias. Toda la familia está llamada al anuncio cristiano, y creo que hoy uno de los mayores retos para nosotros, los padres, es precisamente el de transmitir a nuestros hijos la conciencia y también el valor de anunciar a Cristo presente en nuestras familias. Y también enseñar a los niños a hacerlo, aunque vivamos en un contexto a veces complejo que no nos hace sentirnos cómodos. Muy importante es que también a nivel de enfoque pastoral se empiece a trabajar en una pastoral más transversal entre los distintos sectores -pastoral infantil, pastoral juvenil, pastoral matrimonial- para que haya un discurso coherente y continuo en el camino vocacional de las personas desde la infancia hasta la vida adulta.
Formación, acompañamiento, transmisión de la fe a las nuevas generaciones, son algunos de los temas. ¿Cuál es, de alguna manera, el hilo conductor de estos días?
El tema fundamental es el anuncio de la vocación de cada familia, de cada persona dentro de la familia. La familia es un camino de santidad y santificación que cada uno de nosotros tiene a su disposición. La familia es un don que el Señor nos da. La palabra clave, creo, es “realidad”, es decir, partir de la realidad porque cada uno de nosotros debe vivir su vocación en la realidad cotidiana en la que está inserto. Es importante que formemos a formadores que sepan responder a la realidad de las familias de hoy. Es importante que acompañemos a las familias y especialmente a los jóvenes novios y esposos en la realidad que viven, partiendo de su realidad, para que desde ahí puedan descubrir su vocación y encontrarse con Cristo. Y es importante que aprendamos a transmitir la fe a los jóvenes partiendo de la realidad en la que están insertos, por lo que también hay que tener la valentía de abordar temas que hoy nos resultan muy difíciles, sobre los que a veces estamos poco preparados. Pienso, por ejemplo, en el entorno digital de los jóvenes, en el entorno de las redes sociales, de los smartphones, que nos piden una especial capacidad relacional, porque desde ahí debemos saber dialogar con los jóvenes y hacerles descubrir la fe, incluso desde esos contextos.
En su opinión, ¿cuál es el principal deseo del Papa para las familias hoy en día, a partir de la gran atención que ha prestado a través de Amoris laetitia, los numerosos discursos sobre el tema de la familia, los vídeos realizados por su Dicasterio?
El mensaje que creo más cercano al corazón del Santo Padre es, en efecto, proclamar hoy la belleza del matrimonio y de la familia. Vivimos en contextos sociales en los que a las nuevas generaciones les cuesta creer en el matrimonio, tienen tantos desafíos a su alrededor que les llevan por otros caminos, y necesitan el testimonio de familias creíbles que les digan que la vida familiar responde a la necesidad de plenitud de la persona, y que la vida familiar fundada en el matrimonio cristiano -por tanto, una familia estable y sólida construida en torno a la fe en el Señor que habita en nuestros hogares y en nuestras vidas- es hermosa y es posible, y no es algo inalcanzable. No es un ideal abstracto, y por eso uno de los temas elegidos para el Encuentro Mundial de estos días es precisamente el de la santidad, para que el modelo de algunas familias santas que ya han recorrido este camino antes que nosotros nos muestre que es posible captar los signos de la presencia de Dios en nuestras vidas, en la realidad que vivimos cada día.
El documento “Itinerarios catecumenales para la vida matrimonial” ha sido publicado estos días como parte de las Orientaciones pastorales para las Iglesias particulares, elaboradas por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y con un prefacio del Papa Francisco. Es central la cuestión de llevar a cabo un verdadero catecumenado para las familias: antes, durante y después del matrimonio. ¿Es una cuestión fundamental en el mundo actual, donde el riesgo de ruptura de las parejas es cada vez mayor?
Sí, creo que es un punto muy importante: este texto ha sido explícitamente deseado por el Santo Padre precisamente porque vivimos en una época en la que el matrimonio debe ser anunciado con más fuerza, con más claridad, pero sobre todo, debe ser anunciado “a tiempo”. Por ello, creo que uno de los aspectos más interesantes de este documento es el hecho de que propone una preparación muy “remota” para la vida matrimonial. Esto significa incluso hablar a los niños del sacramento del matrimonio en los cursos de iniciación cristiana, es decir, hacerles oír hablar del matrimonio, ver el testimonio de las parejas que pueden ser sus catequistas, que dan testimonio de la belleza de una vocación que quizás el Señor también les ha preparado, pero que es una vocación, es una llamada. Es importante que recemos en la Iglesia por las vocaciones al matrimonio, porque ya no se da por sentado que los jóvenes de hoy se casen. Otro aspecto muy importante es el acompañamiento incluso después de la celebración del Rito, y así llevar a cabo una fuerte pastoral del vínculo, porque las parejas, especialmente en los primeros años de matrimonio, necesitan ser acompañadas. Son los años más agotadores, a veces, y son los años en los que la pareja empieza a conocerse, a encontrar las primeras decepciones, las primeras fatigas y también las primeras alegrías. Lo que se necesita, por tanto, es un acompañamiento que no les deje solos, que les haga sentirse parte de una comunidad eclesial, y que les ayude a superar la fase de crisis, porque la fase de crisis es una fase normal en la vida conyugal de dos personas que viven juntas toda la vida, pero es necesario “acompañar” a las parejas para que sepan vivir estas crisis como oportunidades de crecimiento y no como momentos que marcan heridas insuperables.