Datos recién publicados cifran en 272.771 los alemanes que apostataron el año pasado, un notable aumento con respecto a 216.078. Si, como temen sus críticos, el ‘camino sinodal’ desemboca en un cisma, la nueva iglesia va a encontrarse con un número muy disminuido de miembros.
Cifras terribles, y no solo referidas a la apostasía pura y dura. El año pasado, los católicos representaban el 27,2% de la población, 22.600.371 fieles. Solo que de esos, solo practica una minoría exigua, con lo que la proporción desciende al 9,1%, dos décimas menos que en 2018. Más madera: los sacerdotes pasan en un año de 13.285 (solo 6.460 en activo), a 12.983; las bodas católicas, de 42.789 a 38.537, los bautizos, de 167.787 a 159.043, las primeras comuniones, de 171.336 a 166.481. y los funerales, de 243.705 a 233.937.
Hay otra ‘práctica’, sin embargo, que los que quedan no pueden eludir: la entrega de aproximadamente el 9% de sus ingresos a la Iglesia a través del Kirchensteuer o impuesto religioso. Ese impuesto, que hace de la Iglesia alemana una de las más ricas del mundo, es también lo que acaba por decidir a muchos católicos tibios a oficializar su apostasía y, por qué no decirlo, lo que alarma a los sectores menos espirituales del clero germano.
El Kirchensteuer ha condicionado muchos de los fenómenos que caracterizan a la Iglesia alemana, desde su peso en las decisiones vaticanas -la Santa Sede no está para muchas alegrías económicas en este momento- hasta la propia deriva laxista de sus prelados. No se puede evaluar ni hacer juicios temerarios, pero parece casi inevitable concluir que, como en cualquier empresa humana, es difícil ignorar las ‘demandas’ de los que el régimen fiscal ha convertido en valiosos ‘clientes’.
Si la misma Iglesia nacional que depende para su extraordinaria riqueza de la adhesión fiscal de sus fieles es la misma con mayor número de sacerdotes y obispos que defienden posturas cada vez más relajada en cuanto a los pecados de la carne y las modas ideológicas, quizá no sea del todo casualidad.
Pero esta actitud se está demostrando, literalmente, pan para hoy y hambre para mañana. Porque, en efecto, si la Iglesia sigue al mundo en su doctrina general y moral, ¿para qué sirve? ¿En qué sentido se puede tomar en serio como fuente perenne de verdad?
Por: InfoVaticana