El cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster recuerda a la Reina fallecida ayer y sus setenta años de reinado: “Con sus cambios de época. Creo que la situación de la Iglesia en este país no se debilita por la muerte de Su Majestad. El Rey Carlos continuará el legado de su madre”
“Las enseñanzas de Cristo y mi responsabilidad personal ante Dios forman un marco dentro del cual intento conducir mi vida”. El cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster desde hace diez años, recuerda estas palabras de la Reina Isabel II, fallecida ayer a los 96 años. Según el purpurado, son representativas de la profunda fe cristiana de la soberana, que para ella fue “roca y fuerza” durante los más de setenta años de su reinado. “Los dones de sabiduría, estabilidad, apertura y afabilidad que tanto hemos apreciado en la Reina, debemos recordar la fuente e inspiración que tenían”, dijo Nichols a Vatican News.
“Espero que con el paso del tiempo, al reflexionar más profundamente, surja con claridad la importancia de la fe cristiana que le dio forma a su día a día”
Eminencia, ¿cuál fue su reacción cuando se enteró de la muerte de la Reina?
Como muchas otras personas, al principio me sorprendió un poco porque el martes la Reina celebraba sus actos públicos. En cambio, dos días después, murió. Tras la conmoción inicial, todos sentimos una creciente sensación de pérdida, de luto, de tristeza. Creo que este es, sin duda, el estado de ánimo que prevalece en el país en estos momentos.
¿Qué puede decirnos sobre el legado de la Reina como líder cristiana?
Desde ayer, han llegado mensajes de todo el mundo, empezando por el Papa Francisco, que envió un telegrama muy elegante a nuestro nuevo Rey. Luego, líderes mundiales, hermanos obispos de todos los continentes e incluso muchos jóvenes que dicen sentirse un poco como si hubieran perdido a una abuela. En todos estos mensajes no son pocos los que hacen referencia a que fue la propia Reina quien dijo que la fe cristiana era la roca y la fuerza de su vida.
Usted es el cardenal arzobispo de Westminster, en el corazón de Londres. ¿Puede decirnos algo más sobre la importancia del reinado de la Reina para sus súbditos católicos y para la Iglesia en Inglaterra pero también en todo el Reino Unido y en otros países, así como en todo el mundo?
Su reinado ha visto muchos cambios en la historia. Cuando era joven, los católicos teníamos más o menos prohibido rezar con los anglicanos. Esto ha cambiado por completo, y esto se reflejó en la vida de la Reina, que hizo una visita formal a la catedral de Westminster y rezó con nosotros. Igual que ahora rezamos con otros cristianos. Creo que es una lección ampliamente comprendida…
El cardenal Basil Hume fue el primer purpurado de la diócesis de Westminster que recibió una carta del Palacio de Buckingham reconociendo su título eclesiástico como arzobispo de Westminster. Además, en los últimos veinte años, por primera vez en el derecho civil de este país tenemos el reconocimiento del papel del obispo católico en la administración de los asuntos de su diócesis. Así, tanto a nivel comunitario como estructural, de las instituciones, Isabel II ha vivido y guiado cambios significativos.
Quizá sea un poco trillado decir que la muerte de la Reina Isabel marca el fin de una época. Tras 70 años de reinado y profundos cambios, ¿qué ve para el futuro, tanto para el del país y los demás reinos que lideró, como para la Iglesia en el Reino Unido en los días, meses y años venideros?
Pienso que en este momento todos pueden entender mejor la importancia de la estabilidad y de la apertura que ella representó. Y digo esto porque los cambios no terminarán. Pero en cierto modo lo que importa es cómo reaccionamos al cambio. Tal vez eso sea lo más importante. Creo que el Príncipe Carlos – ahora Rey Carlos – heredó esto de su madre. Sé que estará decidido a seguir dando un fuerte testimonio de la importancia de la fe cristiana. Y también que tendrá su propia manera de continuar la tradición de su madre, de pertenecer firme y claramente a la fe cristiana de una manera, según mi opinión, que refleje la renovación que buscamos en nuestras relaciones y en nuestro servicio a la sociedad.
Creo que la situación de la Iglesia en este país no se ha debilitado por la muerte de Su Majestad. Por el contrario, estos serán precisamente los momentos en los que los cristianos se reunirán para rezar y las personas de otras religiones encontrarán un terreno común con nosotros al reconocer la importancia de la fe en Dios para darnos el horizonte, el fundamento y la guía para vivir a través de los tiempos cambiantes.
Usted es arzobispo de Westminster desde hace diez años. ¿Tiene algún recuerdo personal de Su Majestad que quiera contarnos?
Mi recuerdo más entrañable será probablemente el de haberme sentado a su lado en una cena privada con un grupo de unas treinta personas. Pero fui yo quien se sentó junto a Su Majestad, la Reina, en el castillo de Windsor. Y no fue mucho después de su último viaje a Australia. Nuestra conversación fue muy especial.
Hablamos de un viaje, de cómo era Australia – mi hermano vivía allí en ese momento – y de la importancia de su fe. Y luego hubo un momento simpático cuando llegaron todos los corgis y ella, muy discretamente, les dio unas galletas, tras lo cual saltaron y salieron corriendo de la sala y la cena terminó. Todos nos levantamos. Fue una hermosa ocasión que nunca olvidaré. Estaba llena de su paciencia, de su calidez y de su gran capacidad para entrar en contacto con todos los que encontraba.
¿Hay algo más que quisiera añadir?
Quisiera agradecer al Papa Francisco su gentil mensaje a nuestro nuevo soberano y asegurarle la estima, el afecto y la oración de los católicos de este país y también de muchas otras personas.