Tim Walz, gobernador del estado norteamericano de Minnesota, ha prohibido las reuniones de más de diez personas, pero los obispos bajo su jurisdicción han decretado que darán las misas con las medidas sanitarias que sean necesarias, pero sin esa limitación. Es la guerra.
“Una orden que abarca tantos aspectos y prohíbe, por ejemplo, una reunión de 11 personas en una catedral con capacidad para varios miles de personas desafía la razón”, reza la declaración conjunta de las seis diócesis de Minnesota. “Por tanto, hemos decidido avanzar en ausencia de un calendario específico establecido por el Gobernador Walz y su Administración. No podemos permitir una suspensión indefinida de la celebración pública de la Misa”.
Es la primera vez que un grupo de obispos norteamericanos -¿y del mundo?- decreta la desobediencia a las leyes civiles relativas a la protección contra la pandemia. “Podemos reanudar con seguridad las misas públicas de acuerdo con nuestros deberes religiosos y con las normas de salud y seguridad pública aceptadas”, aseguran.
Con esta carta, los obispos están comunicando a sus parroquias que pueden reanudar las mismas con público a partir del 26 de mayo, aunque no obligan a ello e insisten en que se cumplan los estrictos requisitos establecidos por la Iglesia, incluyendo un plan para limitar la asistencia a un tercio de la capacidad de la iglesia. Los fieles siguen estando dispensados del precepto dominical.
Una orden ejecutiva del 13 de mayo inició la segunda etapa de la respuesta estatal a la pandemia del coronavirus en Minnesota. La orden, emitida por el gobernador Tim Walz, reabre los negocios minoristas y reabrirá gradualmente los restaurantes y bares, pero limita los servicios religiosos a 10 personas o menos, sin un plazo para aminorar las restricciones religiosas.