Mientras el país asiático se ve sacudido por los asesinatos, la violencia y los constantes actos de la guerrilla, los obispos piden a la población que evite los actos sociales y las fiestas callejeras. También se desaconsejan los regalos y las cenas, prefiriendo los gestos concretos de caridad. El testimonio del Padre Henry Naung. “Pueblos e iglesias destruidos. Miles de cristianos huyen a los bosques. Todos los días intento averiguar si mi familia está viva o si su casa ha sido incendiada”.
“Muchos de mis compatriotas celebrarán la Navidad en la selva”. La voz del padre Henry Naung es tranquila, pero llena de preocupación. Todas las mañanas se levanta temprano y lo primero que hace es algo que se ha vuelto una obsesión: enciende su teléfono móvil y busca desesperadamente noticias sobre la situación en Myanmar. Luego intenta ponerse en contacto con su familia, sus amigos, los sacerdotes de su diócesis, para saber cómo están, si falta alguien. “Intento saber si siguen vivos, si sus casas siguen en pie o si las han quemado”, dice.
Pueblos e iglesias como objetivo
En el país asiático donde nació el padre Henry Naung, miembro de la Congregación de los Misioneros de la Fe (ahora en Italia por estudios) los actos de guerrilla, los asesinatos y las matanzas están a la orden del día. Ni siquiera las parroquias se salvan: “En mi diócesis de Loikaw, muchas iglesias han sido golpeadas, algunas completamente destruidas, y los cristianos han huido”, revela el sacerdote.
La gran fuga
No es fácil recibir testimonios directos desde Myanmar. Las líneas telefónicas son precarias, las conexiones a Internet se interrumpen a menudo. Y luego está el miedo a las represalias. El padre Naung cuenta que muchos han abandonado las ciudades: “Han huido al bosque y para estas personas, en Navidad, no habrá posibilidad de ir a la iglesia. Están rezando, y tendrán que rezar, en la selva”.
Entre estos desplazados internos se encuentran algunos de sus familiares que no han podido reunirse con sus parientes en los pueblos desde hace diez meses. Es un sufrimiento indescriptible”.
Lágrimas de solidaridad
En Navidad, dolor y llanto, se mezclarán con el silencio: esta es la petición de los obispos del país a los fieles de todas las diócesis. No hay eventos sociales, ni fiestas en la calle, ni noches de canto. Pero tampoco regalos, aunque sean pobres y de poco valor.
La base de esta elección tan fuerte es la Carta a los Romanos, en la que San Pablo dice “alegraos con los que se alegran y llorad con los que lloran” (Rom 12,15). “Puesto que -dicen los prelados- “en Myanmar hoy muchas gentes lloran lágrimas amargas, también nosotros nos solidarizaremos con ellos”.
Navidad en el corazón
“La Navidad, sin embargo, triunfará en los corazones con la oración, la adoración, la solidaridad y la compasión”, añade el padre Naung, explicando que también los fieles, durante el Adviento, “hicieron adoración eucarística durante veinticuatro horas sin cansarse”.
“Muchos, en Nochebuena, renunciarán a la cena y darán el dinero que han ahorrado a los que huyeron a la selva para salvar sus vidas. Al fin y al cabo, éste es el corazón de la Navidad: el amor verdadero y la caridad sin límites”, concluye el sacerdote.
Por: Vatican News