“Ellos son del infierno, y en el infierno no hay unidad; por eso no pueden ganar”. Eso decía Michael J. Matt el pasado 21 de enero, poniendo de relieve un hecho que nos está pasando desapercibido ante el “trauma post 20 E”, y el hecho es el siguiente: todo lo que ha sucedido durante los últimos cuatro años ha conseguido algo que nunca nada ni nadie había conseguido hasta ahora: hacer salir del armario al verdadero enemigo, obligarlo a exponerse públicamente, a mostrar su rostro – o sus múltiples rostros – y sus intenciones. Hemos vivido durante años, durante décadas, en un mundo virtual, un mundo falso fabricado para nuestro consumo por los medios, un mundo en el que entregábamos nuestro corazón y nuestro voto a un partido político como se lo entregamos a un equipo de fútbol, poniendo en él toda nuestra esperanza de que finalmente se resolverán los problemas, de que todo va a cambiar para bien cuando nuestro partido gobierne, porque ahora gobiernan los otros y nada puede ir bien… Pero nuestro partido gobernaba y nada se resolvía, o incluso cambiaba a peor. Y siempre había una excusa: “es que la herencia que nos han dejado… es que en cuatro años no hay tiempo para nada… es que ha venido la crisis precisamente ahora…” Y la rueda volvía y volvía a girar, como el hámster haciendo girar eternamente la rueda en la que está encerrado sin cambiar nunca de lugar.
Pero estos cuatro años han hecho caer las máscaras – a pesar de que ahora nos obligan a llevar una, o dos, según parece – y todos tenemos la oportunidad de despertar de ese sueño y volver al mundo real, siempre, claro está, que tengamos el empuje y el coraje de apagar el televisor, de anular la suscripción a ese periódico y de decidirnos a pensar por nosotros mismos, a buscar información honesta entre los que sufren censura y pasan penurias económicas, a usar la inteligencia que Dios nos ha dado y que ha estado criando telarañas durante años sin cuento, para emprender nuestro viaje a la Ítaca de la realidad.
Porque, si emprendemos ese viaje, veremos que la cosa no va de partidos, que todos ellos – con alguna que otra honrosa y pequeña excepción – persiguen lo mismo: dar cumplimiento a sus ambiciones personales; que todos ellos, en definitiva, obedecen las mismas consignas venidas de alguna organización elitista de nombre exótico; que todos ellos tienen los mismos programas y las mismas “soluciones” buenas para nada; que ninguno de ellos cumple lo que promete…
Si emprendemos ese viaje podemos descubrir lo que estos últimos cuatro años han puesto en evidencia: la identidad del enemigo real. Porque el enemigo no es el partido A o el partido B. El enemigo es como el anillo único del Señor Oscuro: “un anillo para dominarlos a todos”, un poder único para controlarlos a todos, un poder cuyos peones acaban de reunirse en una pequeña localidad suiza del cantón de los Grisones para decidir lo que los peones de esos peones, nuestros gobiernos, van a hacer con nosotros.
“Ellos son del infierno, y en el infierno no hay unidad”. Pero nosotros no somos del infierno. Es más, para ganar no queda otra que ser del cielo, y en el cielo sí hay unidad. Nosotros podemos construir la unidad que a ellos les resulta imposible construir, pero no podemos construirla solos. Toda unidad precisa de un eje vertebrador, y ese eje no puede ser ninguna de las pequeñas fuerzas que aquí y allí van emergiendo. Si su eje vertebrador es el infierno, el nuestro debe ser el cielo. Sólo alrededor de ese eje poderoso podemos construir una unidad capaz de hacer frente a ese poder único que quiere controlarnos a todos.
Todo el cielo está de nuestra parte, del mismo modo que todo el infierno está de la suya. Esa es la batalla real cuya fase más crítica acaba de comenzar. A nosotros nos corresponde decidir de qué lado estamos y en quién ponemos nuestra confianza, porque ninguna fuerza humana por sí sola va a poder salir adelante en este momento crítico de nuestra historia, un momento que nos está empujando con fuerza a abrir los ojos y tomar posición.
Sí, ya sé que la mayoría no está por apagar el televisor ni por tomar posiciones, y que todo esto le suena a música celestial, cuando no a locura conspiranoica. Pero si miramos a nuestro alrededor, si escudriñamos los medios alternativos, nos sorprenderá la cantidad de gente que está despertando, la cantidad de iniciativas que aparecen a la luz. Sólo nos falta la unidad.
Si pretendemos hacer las cosas por nosotros mismos, seguir cada uno nuestro pequeño camino propio, la derrota está cantada. Michael Matt ha estado lanzando desde The Remnant una llamada angustiosa: “Unite the Clans”, unid los clanes, unid todos esos pequeños esfuerzos dispersos, dejad a un lado las diferencias y los personalismos ante la necesidad de hacer frente a un enemigo poderoso. Pero ese enemigo tiene la fuerza del abismo, y sólo con la fuerza de las alturas es posible hacerle frente.
San Miguel Arcángel, ¡lucha por nosotros!
Por Pedro Abelló
Por: Infovaticana