El arzobispo Christophe Pierre reflexiona sobre la presencia y las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, recibido ayer en la Casa Blanca: es un trabajo que acaba de comenzar, pero hay sensibilidad en querer afrontar las situaciones más dolorosas relativas a la guerra en Ucrania.
Kiev, Moscú, Washington. La trayectoria de la paz según el corazón de Francisco y la acción llevada a cabo en su nombre por el cardenal Matteo Zuppi. Tras el encuentro de ayer entre el presidente estadounidense Biden y el enviado del Papa, el arzobispo Christophe Pierre, nuncio en Estados Unidos, traza un primer balance de la conversación en una entrevista concedida a los medios vaticanos.
El encuentro del cardenal Zuppi con el presidente Biden representa un paso importante en la misión del enviado papal para ayudar a preparar el terreno para una paz justa para Ucrania. ¿Cuál es su punto de vista sobre este encuentro?
Mi perspectiva es la del cardenal Zuppi, y su misión, como se sabe, es intentar ofrecer una perspectiva de paz desde el punto de vista de la Iglesia, una contribución de la Iglesia católica, y del Santo Padre en particular, a la solución de esta terrible realidad de la guerra. El Cardenal vino aquí anoche para reunirse con el presidente -fue un encuentro muy agradable-, pero también con algunos parlamentarios ayer por la mañana y esta mañana, en diversas circunstancias, para informarles en primer lugar de lo que está haciendo concretamente, de lo que está haciendo también en Ucrania y en Rusia, de sus diversos encuentros, y también del deseo del Papa de contribuir, a su manera, a la búsqueda de la paz.
El presidente Biden escuchó mucho, también expresó su satisfacción por la iniciativa del Papa, por la iniciativa del cardenal, y tuvimos un largo intercambio sobre el punto de vista del Presidente y del Santo Padre sobre la cuestión. El cardenal Zuppi insistió mucho en que queremos contribuir, pero no tenemos el potencial para resolver todos los problemas de inmediato. Conocemos su complejidad. Así que insistió en la dimensión humanitaria y en el deseo del Santo Padre de contribuir de todas las formas posibles, pero en particular, a la situación de los niños, los niños que fueron llevados a Rusia desde Ucrania.
El cardenal dijo al presidente que el trabajo acaba de empezar y que en todas partes ha encontrado una cierta buena voluntad para tratar de resolver el problema. Así que estamos en camino. De momento no tenemos resultados, pero se espera, lo esperamos. Y creo que es importante que todo el mundo sea consciente de ello. Y creo que en todas partes -aquí, en las diversas reuniones que ha tenido el cardenal- se ha puesto de manifiesto que las personas son muy sensibles a la dimensión de la paz y están dispuestas a ayudar.
Desde un punto de vista diplomático, ¿qué importancia tiene la contribución de la Santa Sede a los esfuerzos por encontrar un camino hacia la paz?
¿Cuál es la contribución de la Iglesia en la vida del mundo? La Santa Sede forma parte del mundo y las consecuencias de la guerra son terribles para la población. Hablo de los refugiados, de las personas que han muerto, de los traumas, especialmente de la situación de los niños. Pero como diplomáticos se sabe que trabajamos paso a paso. Damos el primer paso siempre que es posible. Uno de esos pasos es precisamente lo que está haciendo el cardenal, sin pretender resolverlo todo, y tenemos muchas esperanzas para el futuro.