Monseñor Timothy Broglio comparte con los medios vaticanos su satisfacción por la misión del cardenal Zuppi en Washington y destaca la importante respuesta humanitaria que la Iglesia estadounidense está dando a las víctimas de la guerra en Ucrania. Sobre las bombas de racimo: son artefactos que matan indiscriminadamente
Gratitud por la decisión del Santo Padre de hacer todo lo posible “para hacerse eco del mensaje de paz que es verdaderamente el mensaje de nuestro Salvador”. Así habla a los medios de comunicación vaticanos el presidente de los obispos católicos americanos, monseñor Timothy Broglio, sobre la contribución de la Iglesia a la paz tras la misión del cardenal Matteo Zuppi, como enviado del Papa a Washington, que tuvo lugar del 17 al 19 de julio. Un gesto, subraya el prelado, muy apreciado.
Excelencia, ¿qué puede decirnos de los encuentros que mantuvo la delegación vaticana durante la visita a Washington?
En primer lugar, la idea muy clara con la que vino el cardenal Zuppi, cuya visita no es ciertamente una mediación, sino una oportunidad para evaluar lo que la Santa Sede podría hacer para ayudar en un posible fin de las hostilidades en Ucrania. La Iglesia se está centrando en lo que mejor sabe hacer, que es la ayuda humanitaria, por lo que este fue el eje principal de la intervención del cardenal. A continuación, creo que es importante señalar que el presidente mantuvo una larga conversación con el cardenal y el nuncio. La reunión duró más de una hora, lo que creo que da una idea de la importancia que el presidente de los Estados Unidos concedió al gesto del Papa Francisco de enviar al cardenal. Hablaron de respuestas humanitarias, de la esperanza de que las hostilidades puedan terminar, aunque parezca bastante poco realista en este momento.
¿Cree que estos encuentros en Washington, y antes en Kyiv y Moscú, son emblemáticos de cómo la Santa Sede intenta contribuir a la paz y, al menos, promover un debate sobre ella?
Creo que son uno de los ejemplos, y creo que también es muy importante subrayar que en ningún momento se trataba de una mediación. Era decir: hablemos al menos de paz, veamos al menos si podemos poner fin a las hostilidades. Creo que eso es ciertamente lo que la Santa Sede está tratando de hacer y creo que eso es lo que el Papa Francisco está tratando de hacer.
¿Cómo intenta la Iglesia estadounidense contribuir a la paz y ayudar a las víctimas de esta guerra?
Ciertamente, en Estados Unidos la respuesta ha sido inmensa y ha sido básicamente en términos de ayuda humanitaria enviada a Ucrania. Hemos visto a nuestros hermanos y hermanas en la fe muy afectados por la destrucción en Ucrania. Los católicos de Estados Unidos han intentado responder lo mejor que han podido, en primer lugar, rezando. He participado en al menos dos momentos de oración por la paz con católicos ucranianos en Estados Unidos, aquí, en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, pero sé que ha habido muchas otras iniciativas de este tipo en todo Estados Unidos. Por otra parte, ha habido una enorme respuesta en el envío de ayuda a Ucrania.
En cuanto al uso de las llamadas bombas de racimo en Ucrania, ¿en qué medida le preocupa una posible escalada en el uso de estas armas?
Estoy ciertamente preocupado por ello y ustedes saben, por supuesto, que cualquier escalada será peligrosa y creo que el obispo Malloy, que es el presidente de nuestro Comité Internacional de Justicia y Paz, ha emitido una declaración denunciando el uso de bombas de racimo. Nos alineamos con la posición que ha adoptado la Santa Sede sobre ese tipo de armas que, aquí hablo un poco fuera de mi campo, son armas de acción indiscriminada. Por lo tanto, en la guerra siempre existe el peligro de que inocentes resulten heridos o incluso pierdan la vida en acciones militares y, desde luego, siempre hay que evitarlo.