El Papa envía un mensaje a los sacerdotes ancianos y enfermos de la región italiana de Lombardía reunidos en el Santuario de Caravaggio para el encuentro organizado por la Unitalsi regional: no se resignen sino sean aliados con los sacerdotes jóvenes, porque vuestra edad es una bendición para la Iglesia.
Un día caracterizado por la amistad y la fraternidad sacerdotal. Así ha sido desde 2014, cuando se celebró por primera vez. Así fue hoy. El Santuario de Santa María del Fonte -en la provincia de Bérgamo, diócesis de Cremona- acogió por octava vez el encuentro de sacerdotes ancianos y enfermos con los obispos de la región italiana de Lombardía. Una iniciativa organizada por Unitalsi Lombarda y la Conferencia Episcopal Regional, que en esta edición de 2022 se abrió, por primera vez, a la participación de diáconos permanentes y sacerdotes pertenecientes a congregaciones religiosas: también ellos fueron invitados, junto con los sacerdotes de las diez diócesis lombardas. Y también esta vez, la respuesta fue contundente, a esta iniciativa, que tuvo lugar por segunda vez en 2016, y que nunca ha dejado de tener lugar desde entonces, ni siquiera en los años de mayor emergencia sanitaria: hasta 112 sacerdotes estuvieron presentes, más de diez seminaristas, 14 diáconos, y los voluntarios de Unitalsi -con su presidente regional Luciano Pivetti, comprometido con su servicio- para un total de 200 personas.
Tiempo de sabiduría y no de resignación
Pero la apertura de la celebración Eucarística fue la lectura -por parte del obispo de Cremona, Antonio Napolioni- del Mensaje enviado a los participantes por el Papa Francisco. Palabras para animar a los sacerdotes mayores a resistir la tentación de la resignación, de sentirse inútiles y de “retirar los remos de la barca”, llamándoles más bien a una “alianza” con los jóvenes, y con los sacerdotes jóvenes en particular. Palabras, además, para estigmatizar la “lógica del descarte” utilizada contra los ancianos y los enfermos. No a la resignación, entonces. “Puedes, en cambio, dar mucho fruto con tu sabiduría: tienes mucho tiempo para poder rezar por la Iglesia y por tus hermanos más jóvenes para que sean fieles a la palabra de Jesús; puedes escuchar las confesiones con paciencia y magnanimidad. La conclusión del mensaje es una llamada a la concienciación de un papel que es todo menos silencioso. “A ustedes, queridos sacerdotes ancianos, les digo: no es el momento de ‘quitar los remos de la barca’, de vivir en la resignación. En cambio, pueden dar mucho fruto con su sabiduría: tienen mucho tiempo para poder rezar por la Iglesia y por sus hermanos más jóvenes para que sean fieles a la palabra de Jesús; pueden escuchar con paciencia y magnanimidad las confesiones; pueden dar testimonio de lo importante que es para nosotros mirar y leer la historia a partir de los muchos signos de ternura y amor que Dios Padre ha esparcido en nuestras vidas”.
Delpini, la alabanza de los que están bajo la Cruz
En su homilía, el arzobispo de Milán Mario Delpini -que, en 2014, como vicario general de la archidiócesis ambrosiana, estuvo con el entonces presidente de Unitalsi Lombarda Vittore De Carli implicado en la primera “gestación” del encuentro de Caravaggio- tejió “la alabanza de los que están junto a la cruz”: como la Madre de Jesús, María de Magdala, “la discípula que él amaba”. Y como “los sacerdotes y diáconos aquí reunidos y todos los que no han podido participar en este momento conmovedor y evocador”. Que están allí, bajo la cruz, al pie del Crucifijo, no como “héroes que desafían al mundo”, ni para hablar, ni para compadecerse de sí mismos, ni para realizar proyectos propios: sino que están allí para rezar, para escuchar a Jesús, y para mantener la mirada fija en Él, y así “reconocer en Él cómo el amor llega al final, a la plenitud”. Hasta el don total de sí mismo. “Alabemos a los que están de pie y estemos también todos, pueblo de Dios, obispos y sacerdotes y diáconos, consagrados y consagradas, junto con María, entre los que están junto a la cruz”.
Un día de fraternidad
Y un homenaje a María fue el gesto realizado al final de la celebración: el regalo al Santuario de Caravaggio de tres plantas de la rosa que lleva el nombre del cardenal Carlo Maria Martini, hibridadas en el décimo aniversario de la muerte del jesuita bíblico que fue arzobispo de Milán de 1979 a 2002. Por último, el almuerzo, de nuevo en el Centro de Espiritualidad: el último acto, en señal de convivencia, de una jornada de fraternidad que a lo largo de los años ha sido capaz de suscitar un consenso y una participación crecientes, y que ni siquiera la pandemia ha conseguido detener. Confirmando, como enseña la Escritura, que “una larga vida es una bendición”, volvemos a leer en el Mensaje del Papa, y que “los ancianos no son parias de los que hay que alejarse, sino signos vivos de la benevolencia de Dios, que concede la vida en abundancia”.