En su mensaje para la 60ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el domingo 30 de abril, Francisco ilustra el tema “Vocación: gracia y misión”, y recuerda que el cristiano “se deja interpelar por las periferias existenciales y es sensible a los dramas humanos”. Una misión que es siempre “obra de Dios” y que no se lleva a cabo solos, “sino en comunión eclesial”.
La vocación, llamada del Señor para “cada uno en el mundo de hoy”, es gracia, un “don gratuito”, y al mismo tiempo un compromiso a ponerse en camino, a salir, para llevar el Evangelio”, una tarea que es “fuente de vida nueva y de alegría verdadera”. Lo escribe el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará por 60ª vez el domingo 30 de abril. Una iniciativa “providencial”, recuerda, instituida por san Pablo VI en 1964, durante el Concilio Vaticano II, en la que este año el Papa invita a reflexionar sobre el tema “Vocación: gracia y misión”.
“Llevar la vida a todas partes”, para dilatar los espacios del amor de Dios
Esperando que todas las iniciativas previstas “puedan reforzar la sensibilidad vocacional en nuestras familias, en las comunidades parroquiales y en las de vida consagrada, en las asociaciones y en los movimientos eclesiales”, Francisco espera también “que el Espíritu del Señor resucitado nos quite la apatía y nos conceda simpatía y empatía, para vivir cada día regenerados como hijos del Dios Amor”. Capaces, prosigue, “de llevar la vida a todas partes, especialmente allí donde hay exclusión y explotación, indigencia y muerte. Para que se dilaten los espacios del amor y Dios reine cada vez más en este mundo”. Estamos llamados, aclaró el Pontífice, adentrándose en el tema elegido para la Jornada, “a la fe que se haga testimonio”, que une con fuerza “la vida de la gracia, a través de los Sacramentos y la comunión eclesial, y el apostolado en el mundo”. Así, el cristiano, animado por el Espíritu Santo, “se deja interpelar por las periferias existenciales y es sensible a los dramas humanos”, recordando siempre “que la misión es obra de Dios y y no la llevamos a cabo solos, sino en la comunión eclesial”.
La fantasía de Dios para llamarnos es infinita
Como escribe el Apóstol Pablo en la Carta a los Efesios, continúa el mensaje, Dios “nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor”, por eso “nos ‘concibe’ a su imagen y semejanza, y nos quiere hijos suyos: hemos sido creados por el Amor, por amor y con amor, y estamos hechos para amar”. Y el Papa Francisco recuerda aquí su llamada, el 21 de septiembre de 1953, cuando, “mientras iba a la fiesta anual del estudiante, sentí el impulso de entrar en la iglesia y confesarme. Ese día cambió mi vida y dejó una huella que perdura hasta hoy”. Pero “la fantasía de Dios para llamarnos es infinita”, subraya. Puede ser “encontrarnos con una situación de pobreza, en un momento de oración, gracias a un testimonio límpido del Evangelio, a una lectura que nos abre la mente, cuando escuchamos la Palabra de Dios y la sentimos dirigida directamente a nosotros, en el consejo de un hermano o una hermana que nos acompaña, en un tiempo de enfermedad o de luto”.
No hay vocación sin misión
Y la iniciativa de Dios espera nuestra respuesta, porque la vocación es “el entramado entre elección divina y libertad humana”. Una llamada que nos abre a Dios y a los demás: “Dios llama amando y nosotros, agradecidos, respondemos amando”. Pero la llamada, aclara el Papa, “incluye el envío”, porque “no hay vocación sin misión. Y no hay felicidad y plena realización de uno mismo sin ofrecer a los demás la vida nueva que hemos encontrado”. A continuación, cita la exhortación apostólica Evangelii gaudium, en la que explica que todos los bautizados pueden decir: “Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”.
Testimoniar con alegría lo que experimentamos estando con Jesús
La misión común a todos los cristianos, continúa Francisco, “es testimoniar con alegría, en toda situación, con actitudes y palabras, lo que experimentamos estando con Jesús y en su comunidad que es la Iglesia”. Concretamente, esto se traduce en “obras de misericordia material y espiritual, en un estilo de vida abierto a todos y manso, capaz de cercanía, compasión y ternura, que va contracorriente respecto a la cultura del descarte y de la indiferencia”. Porque el “núcleo” de la vocación cristiana es “imitar a Jesucristo, que vino a servir y no para ser servido”.
JMJ, llamados a levantarnos y partir sin demora, con corazón ardiente
Una acción misionera que no nace sólo “de nuestras capacidades” o de nuestra voluntad, sino “de una profunda experiencia con Jesús”. Sólo así podremos convertirnos en testigos, como los dos discípulos de Emaús, que con corazón ardiente escuchan a Jesús mientras les explica las Escrituras a lo largo del camino. El Pontífice desea que esto suceda también durante la JMJ de Lisboa, que espera con alegría y que tiene por tema “María se levantó y partió sin demora”. “¡Que cada uno y cada una se sienta llamado y llamada a levantarse e ir sin demora, con corazón ferviente!”
La Iglesia, “sinfonía” de vocaciones, unidas y distintas “en salida”
Finalmente, el Papa Francisco escribe que la Iglesia es “Ekklesía”, término griego que significa “asamblea de personas llamadas, convocadas“, para formar la comunidad de los discípulos y discípulas misioneros de Jesucristo. En la Iglesia, recuerda, “todos somos servidores y servidoras, según diversas vocaciones, carismas y ministerios”. De hecho, la vocación don de sí en el amor, común a todos, se realiza “en la vida de los cristianos laicos y laicas, comprometidos a construir la familia como pequeña iglesia doméstica y a renovar los diversos ambientes de la sociedad con la levadura del Evangelio”. Pero también “en el testimonio de las consagradas y de los consagrados, entregados totalmente a Dios por los hermanos y hermanas como profecía del Reino de Dios”; en los ministros ordenados, diáconos, presbíteros y obispos, “puestos al servicio de la Palabra, de la oración y de la comunión del pueblo santo de Dios”. Y sólo en la relación con todas las demás, ” cada vocación específica en la Iglesia se muestra plenamente con su propia verdad y riqueza”, porque la Iglesia “con todas las vocaciones unidas y diversas, en armonía y a la vez “en salida” para irradiar en el mundo la vida nueva del Reino de Dios”.