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El Papa recibe en audiencia al Prefecto Apostólico en Mongolia

El Santo Padre Francisco recibió esta mañana en audiencia al joven obispo piamontés Monseñor Giorgio Marengo, quien volverá en breve a Mongolia, donde realiza su servicio pastoral como Prefecto Apostólico. Nuestra colega Gabriela Ceraso conversó con Monseñor Giorgio Marengo quien relata ese encuentro especial como un “sueño” hecho realidad del que sacar coraje y acompañamiento en la misión.

Después del encuentro de esta mañana con el Papa Francisco, el corazón del Padre Giorgio Marengo está lleno de gratitud y alegría. Incluso después de su ordenación episcopal el pasado 8 de agosto, quiere seguir siendo llamado “padre”. 

Originario de Cuneo y formado entre el Piamonte y Roma, ha estado en Mongolia durante 17 años. El pasado mes de abril, el Papa Francisco lo nombró Prefecto Apostólico de Ulan Bator. En septiembre, si las normas antipandémicas lo permiten, el padre Giorgio espera volver a este país al que está profundamente apegado, donde es pastor de la pequeña comunidad católica formada por misioneros y religiosos, pero también de un grupo de fieles mongoles. Llevará a todos la palabra de Francisco con quien hoy, “coronando un sueño” , pudo finalmente hablar en persona, estableciendo un vínculo “especial”. De ahora en adelante, será su tarea encarnar muchos de los aspectos del servicio pastoral que son queridos por el Papa, entre su pueblo, seguir tejiendo, con amor fraternal, la red de lazos espirituales, civiles y culturales que ya ha comenzado.

Al final de la audiencia con el Papa Francisco, Monseñor Giorgio Marengo nos abrió su corazón:

R. – El encuentro fue muy cordial y estoy muy agradecido con el Papa por esta gran gracia que me ha concedido de conocerlo personalmente y de recibir una palabra de aliento para esta misión que continúa, en el sentido de que estoy allí desde hace 17 años, por lo que conozco “un poco” la realidad, que ahora tomará un nuevo giro, diría yo, al convertirme en el prefecto apostólico y obispo de este pueblo. Tuvimos un momento muy cordial y muy hermoso en el que le pedí al Santo Padre unas palabras de aliento que me dio y que llevo en mi corazón. Está muy interesado en la realidad de la Iglesia en Mongolia, del pueblo mongol en general. Sabemos cuánto le importa al Papa toda la realidad de la Iglesia, incluso donde no hay mayorías, de hecho, precisamente donde la Iglesia es minoritaria, allí vibra el corazón del Papa y esto es hermoso.

– Imagino que también será portavoz de la comunidad, ¿cuándo volverá allí?

R. – ¡Claro! Le pedí al Papa que extendiera a todos la bendición no sólo para mí, sino para toda la comunidad católica de Mongolia y me aseguró su memoria y su oración. ¡Fue muy hermoso!

– Releyendo su historia tan bonita en el seno de la Iglesia, se notan muchas afinidades también con el papel que el Papa confía al obispo. Imagino que hablar directamente con el Santo Padre fue importante para usted…

R. – Sí, lo había pedido como una gracia para poder, cuando fuera posible, conocer al Santo Padre personalmente, una vez que acepté el nombramiento que me dio. Así que hoy se ha hecho realidad un sueño: poder conocerlo y recibir su aliento. Obviamente cuando nos encontramos personalmente siempre hay una armonía particular que se crea precisamente a nivel humano y espiritual; y por ello estoy muy agradecido. Creo que este encuentro hará bien no sólo a mí, sino a la Iglesia de Mongolia en general.

– ¿Hay algo en el Magisterio del Papa que, después de esta conversación, usted sienta que quiere vivir de modo especial en la tierra a la que volverá, en Mongolia?

R. – El punto principal es la cercanía a la comunidad católica en Mongolia, que es pequeña y es una minoría absoluta en comparación con la sociedad. Por eso, esta comunidad necesita sentir que los que han sido llamados a guiarla están cerca. Tan cerca en términos de visitas a las comunidades, de celebraciones conjuntas, de tiempo reservado para escuchar a la gente, su historia, sus situaciones, obviamente junto con los misioneros que animan estas comunidades. Esto es una prioridad para mí. Precisamente porque la comunidad católica es tan dispersa, también es importante asegurar que las relaciones con las autoridades civiles sean lo más positivas posible. 


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